Las primeras noticias, sobre la existencia de un recinto dedicado al Apóstol Santiago, vienen dadas por el hecho histórico de celebrarse la rendición de los menceyes guanches, el 25 de julio de 1496, en las tierras tomadas por los conquistadores en el territorio de Taoro. Los castellanos echaron muy pronto los cimientos de una iglesia y se aplicaron a construirla “con la magnificencia que la edad y el tiempo permitían”.
De esta forma se pudo bendecir el primer templo cristiano de la isla de Tenerife, en cuya tosca pila, y según una antiquísima tradición, seguida por el poeta Antonio de Viana y los historiadores Juan Núñez de la Peña y José de Viera y Clavijo, recibieron las aguas bautismales los nueve valerosos menceyes guanches, así como otros muchos destacados aborígenes.
Unos años más tarde, este pequeño recinto adquiere el beneficio parroquial, y a partir de aquí va consolidándose arquitectónicamente como lo atestiguan las continuas derramas de dinero para materiales y mano de obra que se suceden a finales de la centuria del Seiscientos.
Será en el siglo siguiente cuando el templo tome las dimensiones actuales en diferentes fases constructivas diferenciadas por un corto espacio de tiempo, entre los años 1604 y 1626. De ahí, que nos encontremos con un edificio de tres naves con capillas que flanquean el presbiterio y sendas sacristías. Esta estructura ha pervivido hasta la actualidad, añadiéndosele en 1774 la torre a los pies de la iglesia y durante el siglo XX un cuerpo adicional a su fachada, incrementando sus dimensiones. Al sistema constructivo, basado en materiales como la cal, piedra y barro, se le suman las ricas labores lignarias de los techos donde la raíz mudéjar queda ejemplificada en los tres artesonados de las capillas de cabecera.
Haciendo un recorrido por su interior y partiendo de la nave de la epístola, y cerca de los pies del templo, nos encontramos con el retablo dedicado a Santa Bárbara, obra realizada en barbuzano y catalogada como “joya del barroco canario”. En el nicho central, la imagen de la santa es obra atribuida a Pedro Duque Cornejo (c. 1740), mientras en dos nichos laterales aparecen las pequeñas esculturas de San Pedro de Alcántara y San Andrés.
Otra de las estructuras lignarias, es el retablo de la Misericordia, realizado por Antonio Álvarez (1678), el cual acoge las imágenes del Cristo de la Misericordia, Nuestra Señora de los Dolores y San Juan Evangelista. De la misma órbita retablística, se encuentra el retablo que, procedente del extinguido convento franciscano de la Villa, aloja la hermosa talla del Nazareno, obra del escultor Martín de Andújar y fechada en 1637.
El presbiterio del templo, con un rico artesonado mudéjar que atesora el retablo dedicado al Apóstol, realizado en 1680, alberga la imagen titular obra de Manuel Perdigón de 1920 y la de San Isidro Labrador (c.1676). En la nave del costado norte, la capilla de Nuestra Señora de los Remedios nos permite contemplar el retablo dedicado a la imagen mariana, obra de Antonio Álvarez que acoge, aparte de su titular, atribuida a Fernando Estévez hacia 1817, las tallas de Santa Lucia (siglo XVI) y San Francisco (siglo XVII), ambas procedentes del convento franciscano. En esta misma capilla se encuentran las tres tablas flamencas que representan escenas de la vida de Santiago, obra flamenca atribuida al Maestro de Delft (primer cuarto del siglo XVI). Esta es una de las obras más importantes del patrimonio artístico de las Islas.
Sabías que…
La Iglesia del Apóstol Santiago fue declarada Monumento Histórico Nacional y Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento, en 1983.
Construido en 1669 el retablo de Ánimas está presidido por uno de los lienzos más antiguos conservados sobre este tema en Canarias. En su parte inferior, las imágenes de San Pedro Papa, San Sebastián y San Miguel, completan el conjunto. Para terminar nuestro recorrido, nos encontramos, a los pies de esta nave, el retablo de San José (siglo XVII), que en un primer momento estuvo dedicado a la Concepción, como podemos apreciar en toda la simbología inmaculista que lo rodea.
Cuenta el templo con otras piezas escultóricas y pictóricas como el Señor atado a la columna, la Inmaculada Concepción de Bernado Manuel de Silva (c.1700), el lienzo de Santo Tomás de Aquino, o la Crucifixión de Pedro de Orrente. El amplio patrimonio plateril conservado en las dependencias parroquiales, tiene obras de los siglos XVI al XIX, como la interesante cruz de filigrana (1677) o la custodia mexicana (1739).
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