Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, la costumbre cristiana marcaba el enterramiento de los difuntos en el interior de los templos, pero diversas normas, reales decretos y cédulas de la época prohibieron por insalubridad estas prácticas y ordenaban la construcción de cementerios alejados de las poblaciones.
Los Realejos no fue ajeno a las nuevas leyes y, aunque con cierta demora, se plantearon espacios donde se diera sepultura a los difuntos.
Uno de los primeros en trazar fue el ubicado frente al templo del Apóstol Santiago, del que tenemos noticias desde 1837 y donde además se encontraba un espacio para personas de otras creencias religiosas o que la propia Iglesia no aprobaba su enterramiento en suelo sacro. Este espacio cumplió su función hasta 1947 cuando se inauguraba el nuevo cementerio de la localidad en la zona del Mocán.
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