La variedad de espacios protegidos y la riqueza faunística que éstos albergan, ha dado lugar a que se prodigue en Los Realejos el turismo ornitológico.
Cada día es más frecuente la presencia de aficionados o profesionales en zonas como la balsa de La Cruz Santa, un espacio que en periodos migratorios puede deparar gratas sorpresas en forma de “rarezas”, como la garza azulada observada en 1998 por Domingo Trujillo, Cesáreo González y Manuel Siverio, y que significó que esta especie, originaria de América del Norte y Central, supusiera el primer registro homologado para España.
Otros dos puntos de atención para practicar esta actividad son los miradores de El Lance y de La Grimona, dos de los rincones más accesibles de la isla para la observación de una de sus más destacadas especies endémicas: la paloma rabiche.
Asimismo, recorriendo la Ladera de Tigaiga con su frondosa masa forestal, donde predominan el fayal brezal y la laurisilva, y los pinares cercanos, se pueden ver otras dos joyas de la naturaleza canaria: la paloma turqué y el pinzón azul.
Observar aves puede ser una experiencia maravillosa. En Los Realejos encontramos una gran riqueza faunística con especies únicas en el mundo. Pero para la supervivencia de estas especies debemos tener en cuenta que la gran mayoría de ellas viven en ecosistemas muy frágiles y que la alteración de éstos puede influir negativamente en su futuro. Por eso, el bienestar de las aves y sus hábitats debe ser lo primero a tener en cuenta.
Los ornitólogos y fotógrafos profesionales son perfectos conocedores de las normas básicas de comportamiento en la naturaleza, pero en términos generales, los que no lo son, deben ser conscientes de que ninguna fotografía u observación, tiene valor si se ha hecho saltándose las normas más elementales de comportamiento. De ahí que sea de vital importancia tomar una serie de precauciones cuando se sale al campo con éstos u otros fines:
- No molestar a las aves ni dañar sus hábitats. Siempre que veamos que nuestra presencia suponga una molestia, debemos marcharnos.
- Evitar acercarse a los nidos en época de cría, ya que al abandonar sus nidos por nuestra presencia se ponen en peligro sus puestas.
- No intentar captar la atención de las aves con el uso de comida, lanzando piedras o sacudiendo los arbustos. Una buena dosis de discreción, paciencia y suerte
surten el efecto deseado. - Cuando se sale al campo hay que intentar pasar lo más inadvertido posible. Si tenemos en cuenta que la vista es el sentido más desarrollado de las aves,
es muy importante llevar ropa con colores discretos.