Cuenta la mitología que Ladón, el dragón milenario muerto por Atlas y que vigilaba el Jardín de las Hespérides, sigue vivo en sus hijos, los árboles llamados dragos.
Según la leyenda, la sangre que emanaba de las heridas mortales del dragón cayó sobre las Islas Canarias (tierras en las que se ubicaba al Jardín de las Hespérides), y de cada gota creció un drago. Estos árboles, llamados “árbol dragón”, tienen un grueso tronco del cual surge, de pronto, un racimo de ramas retorcidas que parecen las cien cabezas de Ladón.
Se trate de leyendas, mitos o realidad lo que envuelve y rodea a los dragos, lo cierto es que Los Realejos ha sido premiado una vez más por la naturaleza, por la gran variedad y cantidad que de esta especie ha ubicado en su entorno. Podemos destacar por su longevidad y belleza los dragos de San Francisco en el Realejo Bajo y el de Sietefuentes en San Agustín, ejemplares de gran porte con varios cientos de años de antigüedad cada uno; los dragos gemelos del Realejo Bajo, un espectáculo prácticamente único e inexistente en ningún otro lugar; el drago de la Rambla del Mar, que sobresale por encima del manto verde de las plataneras en una imagen espectacular de la costa realejera; los dragos de Tigaiga, de aspecto silvestre y vocación de gemelos; el de la Rambla de Castro, un bello ejemplar que emerge de entre el famoso palmeral o el de Los Príncipes, que parece perdido, pero que luce orgulloso su gran porte. Cada uno de ellos bien merece una visita y un reconocimiento.
Su nombre científico es Dracaena draco y pertenece a la familia de las Agaváceas. La floración de estos gigantes de la naturaleza se produce cada quince años y constituye todo un espectáculo digno de presenciar.